viernes, 17 de noviembre de 2006

En boca cerrada no entran moscas


Comer es uno de los grandes placeres de la vida, para mí el más importante junto a dormir, lo cual es un gran problema dado que están mal vistos los kilitos de más y la suma de mis placeres es lo que conlleva, pero a mí me da igual y a mi novio también (lo cual es un consuelo enorme) así que procuro disfrutar de ellos todo lo que puedo. Por poneros un ejemplo, mis horas de sueño durante los fines de semana acostumbran a sobrepasar las 12 horas, y mi record durmiendo fueron 26 horas seguidas… y no, no estaba enferma, sólo tenía sueño, que le voy a hacer si soy dormilona.
Pero volviendo al comer, ya que comer es para mí un placer que disfruto con los cinco sentidos, me molesta enérgicamente que algo perturbe la labor de mi paladar.
Pongámonos en situación.
Estás disfrutando de un impresionante solomillo al punto con su salsa de roquefort por encima. Disfrutas cada vez que con un suave movimiento de cuchillo ves como se abre la carne, rojiza, tan blandita, tan aparatosamente irresistible que llegas a pensar que si los elefantes supiesen a solomillo montarías un criadero cual cerditos pero a lo grande, para los que sabemos comer bien. Por si la carne no fuese suficientemente tentadora y no despertase en ti ese deseo animal de devorarlo hasta que no quede ni un solo milímetro de carne por saborear… ahí está la salsa de roquefort, otro placer de dioses, sobretodo para los que tenemos cierto complejo de ratón. Esa salsa tan cremosa, resbalando por las laderas del adorado solomillo. Esa salsa que desearías comer a cucharadas o liarte a mojar pan.
El momento es glorioso, es casi como dar un beso cuando estás enamorado, que el mundo desaparece y no ves, oyes, y estás casi imperturbable por todo lo que esté fuera de vosotros dos. Parecido a eso es mi momento frente a un solomillo hasta que llega una de esas cosas que hace que te chirríen los dientes o te tiemble un párpado. Llega una de esas estúpidas manías que tienes pero que no puedes evitar que te saquen de quicio… Mientras se desata la pasión entre el solomillo y tú se escucha ese detestoso y característico sonido que producen las personas al masticar felizmente con la boca abierta, lo identificaremos como “ÑIAC ÑIAC ÑIAC…” (continuará)

miércoles, 15 de noviembre de 2006

DEDICATORIA INICIAL


Este blog va dedicado a todas aquellas personas que cada día me demuestran que se puede contar con ellas, y que a pesar de todos los defectos que puedan tener son lo más perfecto que una persona se puede encontrar.

A Mery y Marta, que son las grandes niñas de mis ojos, las mejores amigas que nunca me han decepcionado y con las que siempre he podido contar.

A mi familia, que han tenido que aguantarme 22 años cada día y lo que les queda aún (espero seguir dando guerra muchos años más). Porque intentan hacer lo mejor para mí.

A mi novio que es mi fuerza cada día, mi gran apoyo, mi mejor amigo, mi confidente y otras cosas que paso de contar aquí, jeje. Porque es la mejor persona que he conocido y si aprendiese tan sólo una cosa de él sería mucho mejor persona. Porque él se lo merece todo y yo tengo poco que darle en comparación y porque aunque sea fuente de mis desquicios es lo mejor que me ha pasado.

P.D: También le dedico este espacio a Diego Botas, que me obligó a crear un blog. :)

Nu.

Sobre gustos ya hay algo escrito

El mundo no puede ser sencillo cuando somos tan diferentes unos de otros. Se dice que para gustos colores, que sobre gustos no hay nada escrito, pero mis gustos están perfectamente escritos y descritos en mi cabeza.

Muchos pensarán que soy maniática, otros que estoy loca y algunos hombres dirán tan sólo que soy mujer. Lo que está claro es que cada uno de nosotros tenemos nuestras manías y una larga lista de cosas que nos sacan de quicio... solo que algunos como yo, tienen más y más extrañas.

No espero que la gente que lea estos esté de acuerdo conmigo en todo y mucho menos que me entiendan, pero de algo si estoy segura, la mayor parte de los que lean mi blog se sentirán identificados con algo de lo que cuente. Pueden no estar de acuerdo con mi opinión, mi postura o con mi forma de expresarlo, pero los hechos son universales y aunque no entiendan mi desquicie, todos sabrán bien de lo que hablo y tendrán gente alrededor que cometa esas pequeñas y absurdas cosas que a mí, me despesperan y enervan.